El, cerro los ojos como si las mas gigante de las tormentas había recaído en su corazón. Su alma, desampara y sin aliento, no encontraba razón por la que luchar. Aquellos ojos que tanto le hicieron soñar y nunca dejo de buscar, se habían esfumado con el viento de tantos inviernos.
Aquella tarde, su interior le pedía que dejara ya la búsqueda de aquel ángel que le había demostrado el verdadero amor. Sus bolsillos estaban llenos de papeles con trazos para no olvidar ese preciosos rostro, que detuvo el giro continuo del mundo por un instante.
Cansado y ya sin fuerzas, se sentó al borde de una piedra para poder observar de lejos aquel mosaicos de naturaleza que había recorrido, sin fruto alguno. Desamparado y envuelto en la soledad más fría de esta vida, agachó sus rostro y ríos de lágrimas empezaron a caer de sus mares.
En ese instante un cálido cuerpo se reposo junto a su hombro y como si el silencio hablara, un simple y bello susurro, le dijo: "Te he buscado por todas partes pero fue mi corazón quien me dijo que me estarías aquí esperando".
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