Estos últimos días los periódicos han traído a nuestras vidas el recuerdo de muros y derribos, pero en nuestro camino también se encuentran cimentados muchos de ellos.
Muros construidos por el “que dirán” y hacen que el diamante que tenemos dentro no salga a relucir.
Muros realizados por nuestros miedos, que a veces impiden el paso de luces que pueden hacer brillar nuestro paso.
Muros llenos de ladrillo del egoísmo, que nos hacen olvidar la solidaridad que tenemos.
Muros tan altos, que nos impiden ver lo hay en el corazón de las personas que nos rodean, quedándonos en lo periférico.
Hay tantos muros, pero lo más importante, es saber que aunque ya estemos acostumbrados a ellos, algún día los derribaremos para seguir adelante y dejar huella con lo mejor que habita en cada uno.
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