“Tras andar por varias sendas, el caballero freno su paso y levanto la mirada. Delante de el se encontraba, aquello que tanto había evitado, una cueva profunda y fría.”
Esos obstáculo, retos que nos encontramos a nuestro paso en la vida y que a veces queremos evitar, puede ser la cueva de nuestro caballero.
Ahora bien, podemos entrar en ella, sin ninguna luz, no sabiendo que hay dentro de ella y con el riesgo de no salir nunca o caernos por cualquier acantilado.
Pero, por otro lado, podemos tomar nuestra antorcha, encenderla y entrar en ese reto que nos presenta la vida. Iluminaremos las paredes de la cueva, su niebla cerca del suelo y podremos identificar los peligros que se esconden en las sombras. Y lo más importante de todo, veremos el potencial de nuestra luz y el de la oscuridad.
“Dentro de la cueva, el caballero tomo su antorcha y adentrándose en la oscuridad, acepto el reto de estar en ese espacio de luz y sombra, para liberar una batalla y encontrar la salida.”
Bendita la Luz que nos ilumina en esa oscuridad. No sé que haríamos sin esa luz, que, aunque en ocasiones es lucecita...siempre está ahí.
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