lunes, 26 de octubre de 2009

Horizonte

En algún momento de nuestro camino, podemos tropezar, caernos al piso y envueltos entre el polvo y el dolor, no querer levantarnos.

Nuestro paso constante se frena y con el cuerpo junto a las irregularidades del suelo, cerramos los ojos por las heridas provocadas por la caída y el esfuerzo que supone tomar de nuevo el rumbo.

En ese instante de tiempo, la mente nos engaña y una voz nos dice que no vale la pena seguir, que nos vamos a volver a caer y la próxima vez será más doloroso.

Pero por alguna razón, abrimos los ojos y entre la nube de polvo nos reencontramos con ese horizonte, que nos acompañaba en nuestro camino hasta ese momento.
A lo lejos de esa imagen cambiante, sobrepasando el bosque de pinos, las sierras nevadas y el lago de lo sueños, divisamos una luz radiante.
En ese mismo instante, el calor que recae en nuestro rostro nos recuerda las esperanzas, los sueños, las miradas, que nos han empujado a caminar y aunque las heridas son recientes, nos llenamos de fuerza y retomamos nuestro camino.

Nos sacudimos el polvo, miramos de nuevo el horizonte y aunque las heridas de la caída nos duelan, el tiempo y el amor las curará.

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